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JOSE DE ARIMATEA
La imagen de José de Arimatea fue realizada por el imaginero sevillano D. Antonio Castillo Lastrucci, en 1964. Se trata de una escultura de 160 cm tallado en pino flandes, de cuerpo completo, que formaba parte de un grupo escultórico del descendimiento. La misma se encargó al insigne imaginero por la junta de gobierno presidida por D. José Espejo Escribano en el año 1964, junto con las imágenes del Stmo. Cristo de la Redención, San Juan Evangelista y Nicodemo. El imaginero sevillano se inspiró desde un punto de vista artístico en la obra pictórica de Antonio Ciseri (1821-1891) para crear este grupo.
Fueron entregadas a la Hermandad y bendecidas en el año 1965, año en el que procesiona por primera vez. De esta forma se cumplía el deseo de la Hermandad de completar el título del “Descendimiento del Santo Árbol de la Cruz” según las constituciones de 1909.
La efigie de San José de Arimatea representa a un hombre de edad avanzada, miembro del sanedrín «hombre rico» según Mateo, «ilustre» según Marcos, que inspira un gran respeto, que presenta rasgos de angustia y pose cansada a causa de la madurez. El cuerpo se encuentra curvado debido a la edad y al peso del sudario que sostiene.
Hasta el año 1985, procesiona el grupo escultórico tal como fue concebido por Castillo Lastrucci, y es a partir de este año, cuando se aprueba el nuevo título del traslado al Sepulcro, cuando se inicia el proceso de remodelación del misterio. De esta forma la imagen, en el año 1989, con la autorización de la Junta de Gobierno de entonces, es remodelada por Alfonso Berraquero García, dotándola del aspecto que tiene hoy en día.
En el año 2002 con el nuevo paso, todas las imágenes se reubican en dos grupos escultóricos: El traslado, del que forma parte José de Arimatea portando la cabeza del Santísimo Cristo de la Redención, y el duelo.
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NICODEMO
Al igual que José de Arimatea, Nicodemo fue realizada por el imaginero D. Antonio Castillo Lastrucci, en 1964. Se trata de una escultura de 165 cm tallado en pino flandes, de cuerpo completo, que formaba parte de un grupo escultórico del descendimiento. Su cabeza está rodeada por un pañuelo que forma parte de la talla y su cuerpo ligeramente combado debido al peso del sudario que sostiene.
La imagen se bendice en 1965 junto con el resto del grupo escultórico del descendimiento, procesionando por primera vez el viernes santo de ese mismo año.
Representa a un hombre de mediana edad con rasgos de sufrimiento, un rico fariseo, maestro en Israel, y miembro del Sanedrín.
Al igual que ocurrió con la imagen de José de Arimatea, y con la readaptación del misterio, en el año 1988 la imagen es remodelada por Alfonso Berraquero García concediendole el semblante que podemos ver en la actualidad.
Desde el año 2002, forma parte del grupo escultórico del traslado y se ubica en la delantera del paso de misterio portando el sudario con los pies del Santísimo Cristo de la Redención.
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SANTA MARIA MAGDALENA
María Magdalena fue realizada por el imaginero isleño D. Alfonso Berraquero García en 1986 para formar parte de la nueva configuración de la iconografía del misterio del traslado al sepulcro. Se trata de una imagen de candelero, de pelo tallado, con posición ligeramente inclinada hacia adelante. Es una imagen de 160 cm de altura tallada en pino flandes.
Representa a una mujer joven galilea de unos 30 años con unos rasgos que denotan un gran dramastismo.
La imagen salió por primera vez el viernes santo del año 1986 formando parte del misterio del traslado junto a la nueva imagen de María Salomé. Dos años después, y a petición del autor, se le modificó la postura, con la que se le conoce hoy en día.
En el año 2002, con la reubicación de todas las imágenes en el nuevo paso de misterio, se colocó formando parte del grupo del traslado, con la mirada dirigida hacia el rostro del Santísimo Cristo de la Redención, de pie a su derecha
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MARIA SALOME
La imagen de María Salomé se incorporó al misterio del traslado al sepulcro junto a la de María Magdalena en el año 1986. Fue una adaptacion y remodelacióm realizada por el imaginero D. Alfonso Berraquero García de la antigua Virgen de los Dolores de Lepe, tallada en la posguerra por el granadino José Navas Parejo, la cual le fue donada al artista isleño. Berraquero, que le realizó candelero nuevo, manos nuevas, así como ojos y pelos. Es por tanto una imagen de candelero, en posición erguida, tallada en pino flandes de 167 cm de altura.
Representa a una mujer galilea de unos 40 años con gesto tranquilo y sereno, no sin ello sin manifestar un profundo dolor. Mujer sencilla, sin doblez, esposa de un pescador, madre de Juan y Santiago.
En el año 2002, con la reubicación de las imágenes, se incorporó al grupo escultórico del duelo, que precede al traslado, y es acompañada por San Juan Evangelista que la consuela.
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MARIA DE CLEOFAS
María de Cleofas fue realizada por el artista isleño D. Alfonso Berraquero García en 1987. Fue la última imagen de este imaginero en incorporarse al misterio. Se trata de una imagen de candelero, en posición erguida, labrada en pino flandes de 163 cm de altura.
Representa a una mujer galilea de unos 70 años con un semblante que transmite un hondo pesar y una profunda soledad. Tiene la tez de una mujer mayor castigada por el paso del tiempo. Asi quiso Berraquero transmitirlo, imprimiendo en la imagen estos acentuados rasgos, convirtiendola en una de sus obras cumbres.
La imagen se incorporó al misterio en el año 1987, configurandose un grupo escultorico que se mantuvo durante 15 años, hasta la llegada del actual paso.
En el año 2002, con la reubicación de las imágenes, se incorporó al grupo escultórico del duelo acompañando a Santa Marta. Suele procesionar con un sudario entre sus manos.
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SANTA MARTA
Santa Marta es la última imagen en incorporarse al misterio del traslado al sepulcro y es la que completa el imponente grupo escultórico.
Fue tallada por el imaginero isleño Juan Carlos García Díaz en 2002, año en el que se bendice y en el que procesiona por primera vez. Se trata de una escultura de candelero, labrada en pino flandes y de una altura de 160 cm.
La efigie representa a una joven de Betania de unos 20 años, con rostro afligido, desconcertada por el triste final del maestro, al que tantas veces sirvió en su hogar junto a María y Lazaro.
En el paso de misterio acompaña a María de Cleofas en el grupo escultórico del duelo, y suele llevar en sus manos los clavos de la cruz de Cristo.
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